Desde el mar del malecón de la Bahía más hermosa de América se llega entre callecitas a su Centro Histórico, y a pocos pasos, al número 14-11 de la carrera 7ª.
Allí, la primera señal de la presencia del realismo mágico del Caribe se percibe al traspasar el umbral de la amplia casa y tener a la vista una biblioteca en forma de escalera con libros pintados en sus escalones.
La sensación de que no se trata de un hostal más, la confirma la calidez de la bienvenida que ofrece a viajeros nacionales y extranjeros el comunicador y escritor Fernando Hernández Medina, el creador de este emprendimiento llamado Casa del Escritor, el primer hostal literario abierto en Santa Marta.
En contraste con la vibrante actividad del centro de la capital del departamento del Magdalena, al interior de la casa el visitante vive un entorno de paz y tranquilidad, el ambiente ideal para quienes la visitan por el atractivo de sus playas, o la historia que perdura en sus calles; por la cosmogonía de su Sierra Nevada o buscando inspiración para escribir.
Cada objeto, antiguo o neoclásico, el jacuzzi aromatizado, los colores de la fachada, corredores y muros de las habitaciones; cada texto literario estampado en las paredes, la máquina de escribir antigua en el centro de sala y hasta los platos servidos en el comedor sin techo, tiene el toque inspirado de Fernando, su propietario y anfitrión.
Como llanero no le fue fácil reconocer que cambió el mar vegetal por el mar Caribe, pero no duda en confesar que sucumbió a una ciudad que de entrada le recordó a Villavicencio años 80; que lo acogió y atrapó tal como le sucede a los personajes de sus novelas y cuentos.
“Contrario a lo que pasa en la novela La Vorágine, me tragó la ciudad, no la manigua”, anota el escritor y agrega que lleva el tiempo suficiente en Santa Marta como para haber entendido por fin el “cógela suave” del samario.
Este comunicador de la Universidad de la Sabana, nacido en Villavicencio pero criado en Bogotá, recuerda que seis años y unas pocas semanas atrás aterrizó para quedarse al menos un mes, buscando acercarse al espíritu de su admirado nobel García Márquez, a solo 84.5 km de Aracataca, hasta ser finalmente abrazado por la inspiración para escribir su tercera novela.
“Ese era el propósito, pero las callecitas, la forma de ser del samario; su culinaria, los helados, el jugo de níspero y esa alegría contagiosa de la cercanía al mar, me enamoraron. Y me quedé, pero con un plan”, anota Hernández y agrega que casi enseguida se dio cuenta que se encontraba en una ciudad pequeña pero pujante, en la que hay mucho por hacer.
Las experiencias vividas durante su acomodación inicial, sumadas a otras de sus viajes al exterior, conformaron su idea del tipo de emprendimiento al que le apostaría: ofrecer acomodación en el Centro Histórico de Santa Marta, enfocando especialmente aquellos turistas que no buscan playas o recreación marina, sino los que viajan a conocer su centro lleno de historia, o van camino a la Sierra Nevada, a Ciudad Perdida, e incluso a la Guajira. Fue así como ideó un alojamiento tipo hostal, especial para esos viajeros, en un espacio lo suficientemente compacto como para propiciar la familiaridad y que facilitara además sumergirse en el espíritu macondiano del entorno.
Hoy, ofrece alojamiento en 7 habitaciones de diferentes tamaños y estilos en una locación adecuada al Art Deco años 40, donde la nostalgia y la luz conspiran para brindar acogida y paz durante la estadía, en un espacio fresco, libre de televisión, pero debidamente conectado a Internet.
Sus habitaciones con los nombres de sus familiares más cercanos han sido adornadas con sus objetos más preciados y más utilizados y logran que el visitante se acerque más a la vida de este escritor que plasmó sus pasos en cada detalle de la Casa. Su toque personal logró el equilibrio adecuado entre blanco y violeta en las paredes, que en ciertos puntos muy visibles contrastó con enredaderas y trinitarias color fucsia, planta insignia de la flora magdalenense.
No es casual que una hamaca de mil colores ambiente el balcón, tampoco que elegantes viajeros de varios rincones del mundo, además de turistas mochileros ocasionales, lleguen de huéspedes y se vayan como amigos, atesorando en sus equipajes el libro intercambiado con Fernando, una opción que solo pueden encontrar en Casa del Escritor.